Empezaron a vislumbrarse globos de todos colores que decían lo que se veía en cada sonrisa orgullosa de estar ahí esa noche, cada vez que el iluminador como en una obra de teatro prendía esas luces blancas que enceguecían y puestas especialmente para la fiesta, pero que solo por un segundo nos dejaban ver todo, y era suficiente para imaginar en nuestras mentes esas mismas palabras que cuando el globo caía en nuestras manos podíamos leer, era lo que allí se estaba viviendo: 100 % PASIÓN AETeana!.-

Y el sol comenzó a entrar por las ventanas al mismo ritmo que la gente empezó a salir a la terraza, a pelearle mano a mano al viento que movía al río de la misma manera que nuestro Dj residente lo hacía con cada uno de nosotros.
Y las letras gigantes del AET se imponían en la terraza de la misma manera que el sol lo hacía con el frío, para pasar a ser una caricia y una invitación a bailar ya no debajo de las estrellas, sino debajo de un cielo que comenzaba a ser celeste.

Y ya de mañana, mientras yo recordaba que esa era casi la misma hora en la que entraba corriendo al colegio mucho tiempo atrás, se escuchó el himno, el himno del AET, o como dirían los Abuelos de la Nada, el himno de mi corazón. Y en ese momento pensé exactamente lo mismo que dice esa canción de los Abuelos de la Nada: “Nadie quiere dormirse aquí, algo debo hacer…” y entonces desde todo el piso de arriba que balconea a la pista principal de Caix, entre tanto calor humano y sin aviso previo, se escuchó que la música frenaba de golpe, que ya todos se agachaban y se agarraban de las manos queriendo disfrutar el momento todos juntos, demostrando sin explicar con palabras porque la AET es algo diferente a otras fiestas, por que es mucho más que una fiesta, ni mejor ni peor, pero a todas luces distinta. Y una tormenta de nieve blanca de cotillón pareció tapar el aire y volar por todo Caix y ahí la fiesta nunca más iba a frenar hasta el final.


¡Pero faltaba más!

Mucho tiempo atrás me hacía reír una canción que decía “ojalá que llueva café en el campo” y yo pensaba, si tuviera que pedir un deseo, pediría que un día que haga una fiesta, por alguna extraña razón cósmica, desde el cielo lloviesen plumas.
Y mientras una canción lenta sonaba de fondo de la manera que solo en una AET puede pasar, paradójicamente a medida que en todo el cielo AETeano se suspendían lentamente por el aire miles y miles de plumas, a nosotros se nos iba poniendo la piel de gallina.
Y ahí si muchos dijimos ya está, todo lo que venga es de regalo, pero todo esto ya justificó tanta espera por esta AET, tantas ilusiones, tanto trabajo para todos los que piensan en cada AET horas y horas de sus vidas, aún en el anonimato, teniendo como único objetivo recibir como premio las caras de felicidad de quienes reciben todo lo que muchos de los socios del AET les dan y que no vale la pena nombrar porque cada uno sabe que me los estoy imaginando y no lo hacen para figurar.
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