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mar 02-mar-2010 1:16
Son las tres y media de la mañana de un sábado de febrero en Pacha y el DJ. toca, pero todavía no empezó a hacer que la gente se ?enfieste?, como se dice aquí. Martín esta con sus amigos en el medio de la pista. Viste una remera Armani.
Pasa un pelado que tiene dos piercing en la cara y una estrella roja tatuada en el cuello y les vende droga. Al lado de ellos hay una morocha con cara de estudiante de universidad que cuando le quieren pagar por las pastillas que le compraron, devuelve el billete y les responde que se la paguen con más droga. Y se queda con ellos. En el piso tienen un champagne en una frapera. Los pibes, camino a la barra, advierten que se siente el olor al ?mixto?. Para ellos es parecido a plástico quemado; para este cronista, es una versión fuertísima del olor a transpiración de un señor mayor que se sufre en un subte o en un colectivo. Ellos van a fumar en un rato; después de las pastillas. Llega un momento, cerca de las cuatro de la madrugada- en que el DJ. cambia el ritmo de la música y los jóvenes empiezan a gritar y saltar por unos segundos, como un festejo de gol. Y ahí empieza la fiesta. Y se ve todo lo que se contó en esta crónica.
Por allá también está Emanuel, al costado de la cabina del DJ. Dice que vuelve en un rato, que está siguiendo a alguien y que esta vez, antes de pedir que le conviden de fumar, va a preguntar qué es.
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