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jue 06-nov-2008 12:11
Si así fuera el minimal representaría una reacción a los excesos del pasado y asistiríamos a un fenómeno similar a la resaca de la música disco de los primeros 80s, cuando el eslogan ?disco sucks? resumía la nueva moda antidisco en la que el rock, como música discursiva que era, se imponía a la que se consideraba frívola y decadente música de discoteca. Si de lo que se trata ahora es de apaciguar la pista de baile, el minimal reflejaría una tendencia retrógrada, puritana y fundamentalista en lo estético, esto es, de retorno a la pureza de los fundamentos de la música electrónica, a sus orígenes experimentales menos eufóricos, y si ese retorno a los orígenes refrena el baile significará también un movimiento retrógrado en lo moral (bailar es pecar).
Esta nueva ola minimalista anuncia tres posibles escenarios. El primero es el del minimal ortodoxo y sectario, en el que este estilo se consolida fiel a sus principios como música minoritaria para escuchar más que para bailar, y se limita a sonar en algunos pocos clubs o en horarios de pre y post fiesta, dejando para géneros más enérgicos las horas centrales de las sesiones de baile.
El segundo escenario es el del minimal ortodoxo y misionero, en el que este género musical sigue sin renunciar a su espíritu experimental y ambient, pero a diferencia del caso anterior los apóstoles del minimal se dedican a predicar la buena nueva y convierten al ascetismo, la sobriedad y la contención del minimal a las masas de fiesteros libertinos. Las salas de fiestas se convierten en lugares para el recogimiento y la devoción al nuevo estilo musical.
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