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lun 06-jun-2011 12:52
NO OPINAR SIN LEER EL ARTÍCULO, QUE NO HABLA ESPECÍFICAMENTE DE GUETTA.
Muerte a David Guetta
Aparece en nuestro televisor, nos asalta al pasar cerca de unos grandes almacenes, continúa desde teléfonos móviles, retumbando en los auriculares excesivos del compañero de vagón de metro, nos persigue en bares y terrazas, en ascensores, en tiendas, en nuestra propia casa. La peste no ha cambiado en su larga vida medida ya en siglos. Pero conoce hoy nuevas formas para infectar al hombre.
Así propagada la epidemia se extiende sin límites. No la trasmite el bacilo Yersinia pestis como antaño, pero su vehículo es casi tan antiguo como la terrible bacteria: el dinero. A lomos del ansia de notoriedad y de la voraz codicia, los modernos prometeos se elevan como modelos sin fisuras, de astucia perfecta y cualidades únicas. En su honor se levantan altares por doquier, los más en la intimidad de los hogares, y como ofrenda se les agradece con monedas y billetes. Su obra es pulida y hermosa, devuelve el ánimo al desesperanzado y llena de valor al inquieto que busca motivos. Deslumbrado, el humano corriente acepta la grandeza inasequible, y le rinde tributo y pleitesía, y venera al icono. ¡Tan grande es la distancia de los semidioses con la realidad cotidiana!
Se conocen casos de individuos infectados que han superado esta forma contemporánea de peste negra. A tenor de su relato, sabemos que la distancia no es tal, que los héroes del Olimpo actual son puro brillo cegador pero carecen de sustancia. Su habilidad no es otra que, precisamente, mantener las conciencias veladas. Al lograr inocular su enfermedad en el mortal común consiguen alzarse como gigantes dotados de amplios poderes. Pero liberados de la enterobacteria los vemos en su esencia real. Formados por un mero trazo desvaído, solo aire y vacío, son seres de una repugnancia extrema, avaros hasta limitar su propia constitución física y motivados por un solo apetito: aumentar sin fin su despensa de metal precioso.
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